sábado, 27 de enero de 2018

CUENTO Nº 21. EL FANTASMA GOSTI


 
EL FANTASMA GOSTI

Érase una vez un fantasma grande y destartalado llamado Gosti, que vivía en uno de los castillos más famosos de Auringis. Gosti, además de hacer como todos los fantasmas, es decir, vivir de noche, vestir de blanco, arrastrar cadenas y atravesar las paredes, desempeñaba otras ocupaciones no menos importantes. Por eso, una noche, Gosti tomó la decisión de visitar a todos los niños del reino que tenían por costumbre hacer rabona en la escuela.

-Es intolerable que un niño falte a clase, si no hay una buena causa que lo justifique -afirmaba Gosti, con toda la seriedad de la que él era capaz.

-Es que como las Matemáticas son tan difíciles, pues es mejor faltar que... -trataban de justificarse aquellos que abandonaban la más importante obligación de todo niño, como es la de asistir diariamente a la escuela.


-Ni Matemáticas ni Lengua ni Geografía ni Historia ni cosa que se le parezca... –insistía Gosti, y añadía-: A clase hay que asistir siempre. Y, además, con puntualidad.

Pero no acababa la labor de Gosti ahí. También por las noches solía presentarse en las casas de aquellos niños que durante el día no habían sido respetuosos con las personas mayores. Igualmente, se presentaba a quienes insultaban a sus compañeros, a quienes decían mentiras, a quienes ponían zancadillas a sus compañeros en el recreo...

Pero ocurrió que una noche un niño le dijo:

 -Oye, Gosti, ¿no te da vergüenza meterte sólo con los niños? Con lo grande y poderoso que eres, ¿por qué no te metes con los que roban a los pobres, con los que queman los bosques, con los que ensucian el cielo y los ríos, con los que matan por dinero?...

Gosti no podía creerlo. No entendía cómo un niño como Manolito, todavía pequeño, podía hablar de cosas tan profundas. Entonces Gosti se puso serio, se destosió ligeramente, recogió sus cadenas, se acomodó la enorme sábana blanca con la que se cubría y se dirigió a Manolito:

-Hijo, dentro del mundo de los fantasmas, como en la vida real, cada uno tiene su especialidad. A mí me ha tocado educar a los niños, y eso es lo que hago. También te digo, Manolito –prosiguió Gosti-, que los fantasmas solo podemos actuar con personas que tengan fe en ellos mismos, y crean que es mejor hacer el bien que el mal.

Has de saber, Manolito, que cuando se pierde el respeto a los demás y el deseo de hacer el bien, ni los fantasmas ni nadie pueden hacer nada. Ah, y no olvides que, en mi tiempo libre, hago horas extras colaborando con la Caravana de los Reyes Magos, indicándoles quiénes son los niños buenos, para que no se olviden de premiarlos.

-Gosti, yo creo que tú eres un buen fantasma, sí, un buen fantasma, aunque aparentes lo contrario -respondió Manolito, mientras sonreía de buena gana.

FIN

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