domingo, 18 de marzo de 2018

CUENTO Nº 24. EL JOVEN TRISTE



 
EL JOVEN TRISTE

En una casa muy pobre y humilde, algo apartada del pueblo, vivía una familia que tenía un hijo que siempre estaba triste. Sus padres no entendían por qué todos los niños estaban alegres y felices y, sin embargo, su hijo siempre estaba triste. Los padres, preocupados, lo llevaron a un médico el cual les aseguró que no se trataba de ninguna enfermedad, por lo que podían estar tranquilos.

Un día, el joven salió para dar un paseo por el bosque. Cuando se hallaba en medio de los árboles, sintió un ruido extraño. Y aunque él niño era triste, también era curioso, así que fue a ver a qué se debía el inesperado ruido. Enseguida comprobó que eran dos ardillas: una alegre y otra triste como él.

La ardilla alegre le estaba explicando a la ardilla triste lo bonita que era la vida y la conveniencia de tener siempre una sonrisa en los labios. Así se sentiría mucho mejor. En ese momento, sin saber muy bien por qué, a la ardilla triste le salió una agradable sonrisa, que después se trasformó en una risa cada vez más fuerte.

El joven triste enseguida comprendió que era mejor para él que fuese feliz, porque así, además de tener más amigos, sus padres iban a estar mucho más contentos.

El joven intentó entonces reír una y otra vez, pero sus labios desafortunadamente no reaccionaban. En esta situación, el joven decidió continuar con el paseo. Y cuando llevaba un rato andando, oyó cómo una rana le decía a otra que se alegrara por estar viva en un día tan soleado y tan agradable.

-En esta vida, amiga mía, es conveniente estar alegre y contenta de vez en cuando.

El joven se percató de que por todos lados se decía lo mismo, así que forzó un poco la posición de sus labios y, pronto empezó a notar que éstos se separaban. En ese momento apareció lo que se podía considerar como el principio de una sonrisa. Inmediatamente el joven comenzó a dar saltos de alegría. Saltando y corriendo se fue para su casa. Sus padres, al verlo tan contento, se fueron a abrazarlo. Y lo mismo que ellos, todos los animales de la casa se mostraban muy felices a su alrededor.
 

En adelante, cuando el joven veía algún animal triste, se acercaba a él para convencerlo de que tratase de ser feliz:

-Tienes que estar contento siempre, por el inmenso regalo de la vida.

 Tal vez no fuera verdad esto último, pero así, al menos, lo contaban en el pueblo los allegados al joven.

 

FIN

CUENTO Nº 36. DOS PUEBLOS ENEMISTADOS Y SE ACABARON LOS CUENTOS. AHORA, SOLO POEMAS

DOS PUEBLOS ENEMISTADOS Érase una vez una vez un pueblo pequeño de nombre Burginia, el cual estaba situado a muy poca distancia de o...