domingo, 2 de abril de 2017

CUENTO Nº 3. UN PUEBLO AL REVÉS




CUENTO Nº 3. UN PUEBLO AL REVÉS
 
 

 
Érase una vez un pueblo en el que todo, absolutamente todo, funcionaba al revés. Se hallaba perdido en los confines de una sierra con enormes acantilados, y sólo se llegaba a él a través de una estrecha y sinuosa carretera que, poco a poco, ascendía hasta el centro del caserío. Como era un pueblo que era al revés de los demás, tenía las casas al revés, los árboles igualmente y la gente andaba de una manera graciosísima. Andaban así: los zapatos al revés, las piernas para arriba y la cabeza para abajo. 
            Un día a este pueblo llegaron unos forasteros normales, como es todo el mundo, y preguntaron a uno de los que se encontraban allí:
            -¿Puede decirme dónde hay una posada para dormir?
            Como este hombre hablaba al revés, pues no entendieron nada. Alarmados por la forma de hablar del forastero, todo el pueblo se reunió en la plaza y celebró una asamblea para ver qué estaba pasando. Pero ésta se alargaba mucho y, como no se aclaraban, uno de los forasteros, que seguía sin entender nada, dijo:
            -Yo me marcho de aquí, porque si no, nos volveremos locos.
            -Sí, nosotros haremos igual -dijeron los demás forasteros y se fueron todos.
            Pero apenas éstos habían desaparecido, el pueblo entero empezó a sentir algo raro: todos se fueron transformando y el pueblo se volvió distinto. Todo el mundo decía:
            -¿Pero qué nos ha ocurrido? ¡Nos hemos vuelto como los forasteros!
            Por otro lado, cuando los forasteros llegaron a su pueblo contaron todo lo que les había ocurrido. Se lo contaron a quienes se acercaron y entonces vieron que los de su pueblo estaban igual que los del otro.
            Todo era raro, muy raro, aunque las personas vivían con tranquilidad y disfrutaban de la vida. Igual ocurría con los animales e, incluso, con las cosas. Todo el mundo se cuestionaba determinadas situaciones, pero mayoritariamente las aceptaban, pues comprobaban que, de una manera o al revés, con todos ellos se podía disfrutar, bien cuando hablaban o, simplemente, cuando se hacían compañía.
            Ante tantas rarezas las personas se fueron aislando unas veces o juntándose otras para comentar los sucesos que estaban acaeciendo, pero a medida que avanzaba el tiempo se fue creando una gran confusión, por lo que todos terminaron ingresados en el manicomio. No entendían nada. Y fue allí, cuando de pronto, se dieron cuenta de que no estaban igual que los demás, que eran ellos quienes estaban al revés. De repente, se oyó un sonido estridente e inesperado… Era el despertador y me entró un consuelo muy grande.

 

FIN

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