martes, 4 de septiembre de 2018

CUENTO Nº 35. LA FAMILIA PICAPLEITOS


 
LA FAMILIA PICAPLEITOS

Érase una familia formada por la madre, el padre y sus tres hijos, todos varones, a la que los vecinos, sin excepción, llamaban la familia Picapleitos. Y no les faltaba razón: la madre hablaba poco y mal; el padre hablaba mucho, pero peor que la madre; y los tres hijos, casi todos por igual, hablaban según el humor con que se levantaran por la mañana.

-Me voy –dijo el padre, al despedirse para ir al trabajo-, y ya vendré.

-Pues, si vienes -atajó la madre-, porque algunas veces te da por venir, aunque no sepa muy bien para qué, pues aquí estaremos, si es que no nos hemos ido.

En definitiva, que ni uno ni otro decía gran cosa, al menos a través de las palabras. Pero lo de llamar Picapleitos a la familia no era por hablar poco o mucho, según el caso, y siempre mal; sino porque cada vez que intervenían los esposos en una conversación, solían acabar en bronca, y en bronca de las gordas.

-Pues, si yo te digo que voy, es que voy -juraba y perjuraba el marido Picapleitos en cualquier discusión que tuviera que ver con sus idas y venidas.

-Eso lo sé yo de sobra -le espetaba la esposa como un postillón-, que si tú dices una cosa..., bueno siempre que no sea para trabajar. Porque, si se trata de trabajar, entonces es que no dices nada. Ni vas ni vienes ni cosa que se le parezca.

-Pues eso es lo que hay y nada más –insistía el esposo Picapleitos.

Y así ocurría un día y otro, sin variación, hasta que alguien se acercaba a ellos y, con calma y paciencia infinita, reconducía tan enconadas discusiones.

-Tenéis que llevaros bien. Además, con tres hijos a los que tenéis que enseñarles buenos modales… -les reconvino en una ocasión un conocido.

-Pues eso, mujer, que si me voy, me voy.

-Pues eso, marido, que si te vas, que te vayas cuanto antes.

Si así ocurría entre los padres, entre los hijos, los enfrentamientos por cualquier cosa no eran menores.

-Yo soy el más fuerte, que para eso soy el mayor.

-Y yo, el más inteligente, que para eso soy el menor.

-Y yo el más hábil, que para eso soy casi tan fuerte como tú, que eres el mayor, y casi tan inteligente como tú, que eres el menor -decía el mediano.

-Eso que tú dices es mentira, porque yo soy más fuerte que tú y más inteligente también – decía el mayor, dirigiéndose a su hermano menor.

-No, no y no -gritaba el tercero, cuando se le consideraba menos inteligente que el mayor y, por supuesto, menos hábil que el segundo.

-¡Mentira, mentira! -protestaba entre sollozos el segundo, cuando se le trataba como inferior a sus hermanos en fuerza, inteligencia y habilidad.

Pasaba el tiempo, y el padre de la familia Picapleitos, harto de los continuos enfrentamientos de sus hijos, les propuso lo siguiente:

-Será el más fuerte el que más leña traiga a casa, cuando llegue el invierno; será el más inteligente el que mejores lumbres eche, cuando el frío haga acto de presencia entre nosotros; y, por último, será al más hábil el que mejor consiga apilar los palos.

Por una vez, los padres de los tres hermanos no entraron en discusión. Al contrario, se guiñaron un ojo en señal de complicidad, porque habían logrado que los tres hermanos, en esta ocasión, hicieran algo útil.

Entonces, alguien que pasaba por allí, conocedor del carácter y comportamiento de la familia Picapleitos, les dijo a ambos: “El día que vosotros os pongáis de acuerdo, cesarán las peleas entre vuestros hijos. Intentadlo, aunque solo sea por ellos”.

FIN

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