LA FAMILIA
PICAPLEITOS
Érase una familia formada por la madre, el padre y sus tres hijos, todos varones, a la que los vecinos, sin excepción, llamaban la familia Picapleitos. Y no les faltaba razón: la madre hablaba poco y mal; el padre hablaba mucho, pero peor que la madre; y los tres hijos, casi todos por igual, hablaban según el humor con que se levantaran por la mañana.
-Me voy –dijo el
padre, al despedirse para ir al trabajo-, y ya vendré.
-Pues, si vienes
-atajó la madre-, porque algunas veces te da por venir, aunque no sepa muy bien
para qué, pues aquí estaremos, si es que no nos hemos ido.
En definitiva, que
ni uno ni otro decía gran cosa, al menos a través de las palabras. Pero lo de
llamar Picapleitos a la familia no era por hablar poco o mucho, según el caso,
y siempre mal; sino porque cada vez que intervenían los esposos en una
conversación, solían acabar en bronca, y en bronca de las gordas.
-Pues, si yo te
digo que voy, es que voy -juraba y perjuraba el marido Picapleitos en cualquier
discusión que tuviera que ver con sus idas y venidas.
-Eso lo sé yo de
sobra -le espetaba la esposa como un postillón-, que si tú dices una cosa...,
bueno siempre que no sea para trabajar. Porque, si se trata de trabajar,
entonces es que no dices nada. Ni vas ni vienes ni cosa que se le parezca.
-Pues eso es lo que
hay y nada más –insistía el esposo Picapleitos.
Y así ocurría un
día y otro, sin variación, hasta que alguien se acercaba a ellos y, con calma y
paciencia infinita, reconducía tan enconadas discusiones.
-Tenéis que
llevaros bien. Además, con tres hijos a los que tenéis que enseñarles buenos
modales… -les reconvino en una ocasión un conocido.
-Pues eso, mujer,
que si me voy, me voy.
-Pues eso, marido,
que si te vas, que te vayas cuanto antes.
Si así ocurría
entre los padres, entre los hijos, los enfrentamientos por cualquier cosa no
eran menores.
-Yo soy el más
fuerte, que para eso soy el mayor.
-Y yo, el más
inteligente, que para eso soy el menor.
-Y yo el más hábil,
que para eso soy casi tan fuerte como tú, que eres el mayor, y casi tan
inteligente como tú, que eres el menor -decía el mediano.
-Eso que tú dices
es mentira, porque yo soy más fuerte que tú y más inteligente también – decía
el mayor, dirigiéndose a su hermano menor.
-No, no y no
-gritaba el tercero, cuando se le consideraba menos inteligente que el mayor y,
por supuesto, menos hábil que el segundo.
-¡Mentira, mentira!
-protestaba entre sollozos el segundo, cuando se le trataba como inferior a sus
hermanos en fuerza, inteligencia y habilidad.
Pasaba el tiempo, y
el padre de la familia Picapleitos, harto de los continuos enfrentamientos de
sus hijos, les propuso lo siguiente:
-Será el más fuerte
el que más leña traiga a casa, cuando llegue el invierno; será el más
inteligente el que mejores lumbres eche, cuando el frío haga acto de presencia
entre nosotros; y, por último, será al más hábil el que mejor consiga apilar
los palos.
Por una vez, los
padres de los tres hermanos no entraron en discusión. Al contrario, se guiñaron
un ojo en señal de complicidad, porque habían logrado que los tres hermanos, en
esta ocasión, hicieran algo útil.
Entonces, alguien
que pasaba por allí, conocedor del carácter y comportamiento de la familia
Picapleitos, les dijo a ambos: “El día que vosotros os pongáis de acuerdo,
cesarán las peleas entre vuestros hijos. Intentadlo, aunque solo sea por
ellos”.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario