CUENTO Nº 4. EL OFICIO DE LOS DIENTES
Érase
una vez una grande y sonrosada boca que conservaba su dentadura al completo,
sin que le faltara una sola pieza. Ni siquiera una de esas que a primera vista
parece menos importante.
Un buen día, casi todos
los dientes de la boca grande y sonrosada amanecieron cansados y un poco
nerviosos, porque no habían podido dormir todo lo bien que tenían por
costumbre. Desde hacía algún tiempo, la inquietud reinaba entre ellos, y eran
muchos los rumores que se oían de un extremo al otro de la boca. Todos
los dientes estaban cansados, pero no se podían despistar, ya que tenían una
reunión importante: iban a hablar sobre quién era el más necesario en la boca.
Tomó la palabra el colmillo y dijo:
-Pues yo creo que soy el
que más se necesita en la boca.
-¡Qué exponga sus
razones! -dijo una muela picada.
-Primera razón -alegó el
colmillo-: yo soy el que más afilado estoy. Segunda razón -continuó-: soy el
que más corta.
En esto intervinieron
las paletas:
-¡De eso nada! Las que
más cortamos somos nosotras.
Entonces, hablaron las
muelas:
-Pues nosotras creemos
que las que más falta hacemos somos nosotras. En primer lugar, porque cortamos;
en segundo lugar, porque masticamos y, en tercer lugar, porque estamos
afiladas.
Entonces, una vieja muela
intervino:
-Yo creo que si la boca
estuviera formada solo por colmillos no podríamos masticar. Tampoco sería
posible, si estuviera formada solo por paletas. Y si estuviera formada solo por
muelas, podríamos comer, pero no a la perfección. Por tanto, queridos amigos,
yo creo que todos somos necesarios en la boca.
Cuando la muela del juicio acabó su intervención, un prolongado aplauso
de todos los asistentes puso fin a la asamblea. Ya cada uno camino de su casa, una de
las paletas se dirigió a su vecina:
-¿Qué muela es la que ha hablado tan bien y tan razonablemente?
-La muela del juicio, vecina, la muela del juicio.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario