EL JOVEN TRISTE
En una casa muy pobre y
humilde, algo apartada del pueblo, vivía una familia que tenía un hijo que
siempre estaba triste. Sus padres no entendían por qué todos los niños estaban
alegres y felices y, sin embargo, su hijo siempre estaba triste. Los padres,
preocupados, lo llevaron a un médico el cual les aseguró que no se trataba de
ninguna enfermedad, por lo que podían estar tranquilos.
Un día, el joven
salió para dar un paseo por el bosque. Cuando se hallaba en medio de los
árboles, sintió un ruido extraño. Y aunque él niño era triste, también era
curioso, así que fue a ver a qué se debía el inesperado ruido. Enseguida
comprobó que eran dos ardillas: una alegre y otra triste como él.
La ardilla alegre
le estaba explicando a la ardilla triste lo bonita que era la vida y la
conveniencia de tener siempre una sonrisa en los labios. Así se sentiría mucho
mejor. En ese momento, sin saber muy bien por qué, a la ardilla triste le salió
una agradable sonrisa, que después se trasformó en una risa cada vez más
fuerte.
El joven triste
enseguida comprendió que era mejor para él que fuese feliz, porque así, además
de tener más amigos, sus padres iban a estar mucho más contentos.
El joven intentó
entonces reír una y otra vez, pero sus labios desafortunadamente no
reaccionaban. En esta situación, el joven decidió continuar con el paseo. Y
cuando llevaba un rato andando, oyó cómo una rana le decía a otra que se
alegrara por estar viva en un día tan soleado y tan agradable.
-En esta vida,
amiga mía, es conveniente estar alegre y contenta de vez en cuando.
El joven se percató
de que por todos lados se decía lo mismo, así que forzó un poco la posición de
sus labios y, pronto empezó a notar que éstos se separaban. En ese momento
apareció lo que se podía considerar como el principio de una sonrisa.
Inmediatamente el joven comenzó a dar saltos de alegría. Saltando y corriendo
se fue para su casa. Sus padres, al verlo tan contento, se fueron a abrazarlo.
Y lo mismo que ellos, todos los animales de la casa se mostraban muy felices a
su alrededor.
En adelante, cuando
el joven veía algún animal triste, se acercaba a él para convencerlo de que
tratase de ser feliz:
-Tienes que estar
contento siempre, por el inmenso regalo de la vida.
Tal vez no fuera verdad esto último, pero así,
al menos, lo contaban en el pueblo los allegados al joven.
FIN